lunes, enero 29, 2007

la razón

Francisco tenía 7 años y su abuelo Miguel como 76.
Esa tarde Francisco le preguntó a Miguel por qué llovía, y su abuelo, astuto, vio su chance inmaculada. Lo miró fijo, hizo silencio. Se anticipó a la respuesta diciéndole que no la entendería en esos momentos, pero que jamás debía olvidarla.

El niño abrió sus ojos al máximo. Francisco y Miguel habían logrado esa comunión única y natural entre un niño y un viejo. Se buscaban, se querían. Pero más que nada se respetaban con nobleza.

...Llueve, porque tiene que llover...

Olvida todo lo que te enseñé, pero nunca olvides esto:

...Llueve, porque tiene que llover...

Francisco lo entendió decenas de años después.
Incluso, lo escribió en su blog.